¿Vino ecuatoriano? Sí, y de la mejor calidad

El Ecuador no ha sido conocido, tradicionalmente, como un país productor de vinos. Según los especialistas, una zona geográfica que no tiene estaciones marcadas no es apta para sembrar y cosechar viñedos. Por eso, en el país, los amantes de esta bebida estaban acostumbrados a tomar el vino que proviene de Chile, Argentina y, por supuesto, de países como Francia, España y otros europeos. El consumo de esta bebida era un hábito más bien reducido a ciertos grupos sociales de mayor capacidad económica.

Pero, al parecer, esa tendencia se está revirtiendo. Consumir vino empieza a dejar de ser un lujo para convertirse en un hábito más cotidiano. Según un artículo de diario El Comercio, el gusto por el vino se extiende entre los ecuatorianos, a la vez que, varias marcas nacionales se abren paso en el mercado interno y externo, con bastante éxito.

De acuerdo con esta publicación, aunque el mercado ecuatoriano es pequeño, el consumo de vino, por persona, muestra una tendencia creciente: de una copa, a una botella, en los últimos diez años. Quito, Guayaquil y Cuenca son las principales ciudades en las que el vino es un invitado cada vez más frecuente en comidas y reuniones, ya no solo en hoteles de lujo o grandes celebraciones, sino en restaurantes de clase media y en encuentros sociales de todo tipo.

Este aumento del consumo va de la mano con una producción cada vez mayor –y mejor- de vinos ecuatorianos. Varios amantes de la bebida de la uva han tomado el riesgo y, asesorados por expertos nacionales o extranjeros, se han lanzado a la aventura de producir vino ecuatoriano.

Una de esas marcas es “Dos Hemisferios”, cuyo vino, producido en la localidad conocida como San Miguel del Morro, cerca del cantón Playas, en la provincia del Guayas, ha recibido ya nueve premios internacionales. Las cinco marcas de esta firma (Paradoja, Bruma, Enigma, Del Morro y Travesía) han sido reconocidas por su calidad, por expertos enólogos, en catas a ciegas.

La empresa es el resultado del sueño y las acciones de dos empresarios: Guillermo Wright y Alejandro Taramelli quienes, en un principio, pensaban producir vino para sus familias y amigos. Con ese objetivo, en el 2004, trajeron al Ecuador la primera plantas de la uva francesa Cabernet Sauvignon y, al año siguiente, clones brasileños de Cabernet y Malbec. En la actualidad, producen 60 000 botellas cada año, de las cinco marcas mencionadas.

La marca Chaupi es otra de las que se ha abierto paso en el mercado nacional. En un terreno de seis hectáreas, en Yaruquí (población ubicada al nororiente de Quito), se produce, desde 1994, este vino que también se inició como una aventura familiar. La cepa de uvas conocida como “palomino”, originaria de España y de la que se obtiene vino blanco.
Contra todo pronóstico, los viñedos sembrados por la familia Durán y luego por el estadounidense Dick Handall, quien compró los terrenos, se adaptaron a las estaciones lluviosa y soleada de la zona de Yaruquí.

Este vino, también premiado internacionalmente y que se produce ya en una línea de blancos y tintos, proviene, en la actualidad, de 30 distintas variedades de parras. La firma produce alrededor de 5 000 botellas al año, en sus marcas: Palomino Fino, Meritage “Alyce”, “Alyce” Gran Reserva, Pinor Noir y Chardonnay Viognier.

A la par de la producción de vinos en el país, también ha crecido la oferta y la diversidad de marcas extranjeras. Las principales ciudades del país ya pueden jactarse de ofrecer los mejores vinos en sus restaurantes, además de contar con tiendas especializadas, y cada vez más conocedores. En el país nació en el año 2002 la “Cofradía del Vino”, un ente con carácter educativo, que cuenta con más de mil socios que se reúnen periódicamente para aprender más sobre el vino y los secretos del maridaje, y disfrutar de nuevas variedades. En resumen: la cultura del vino en Ecuador da pasos seguros y conocer su producción de cerca es otro buen motivo para visitar el hermoso país de los “cuatro mundos”.

Alfonso Tandazo
Alfonso Tandazo